martes, 1 de marzo de 2011

Anorexia nerviosa



Bueno pues, ¿qué es la anorexia nerviosa? ¿Cómo la contrae la gente?, y ¿por qué es ésta tan difícil de tratar y curar?
La falta de apetito no es nada extraordinario. A todos nos pasa que hay días en que no tenemos apetito. Esto se llama “anorexia”, palabra que se deriva del griego, que significa falta de apetito. Este período que es bastante común en la rutina normal de la vida se resuelve pronto cuando el cuerpo descansa, de modo que el apetito vuelve.
Sin embargo, sucede lo contrario en el caso de las personas que padecen de anorexia nerviosa. Según The Shorter Oxford English Dictionary tal “falta de apetito, que se atribuye a un grave desorden emocional, resulta en adelgazamiento”. ¡No es de sorprender que esta enfermedad pueda llevar tan fácilmente a la muerte! En términos médicos, la anorexia nerviosa se considera como un desorden sicosomático, es decir, un desorden que afecta tanto a la mente como al cuerpo. Pero, para muchas personas, tal definición es una simplificación exagerada respecto a una enfermedad compleja de la cual todavía no se tiene pleno entendimiento. Puede acarrear gran sufrimiento físico y mucha angustia a todos los que padezcan de ella.


“¡Me pasó a mí!”
“No diga: ‘¡Eso jamás me sucederá a mí!’ Eso fue lo que yo siempre había pensado. Pero, ¡sí me sucedió!” Este consejo franco lo da Patricia, cuyo peso normal de 52 kilogramos bajó a solo unos 34 kilogramos. Ella continúa su relato así: “Siempre había sido sensata y juiciosa. Me encantaba cocinar y disfrutaba de lo que cocinaba. Pero a medida que fui padeciendo de la anorexia, mi personalidad cambió por completo. La gente no me podía decir nada sin que yo me pusiera a gritar insultos. Todo lo que pasé durante ese período fue horrible y degradante. Me echaba en la cama y lloraba por horas. ¡Era tan desdichada e infeliz!”.
Ahora al recordar aquella situación, como joven recuperada y saludable que tiene más de veinte años de edad, Pat dice: “En realidad todavía no comprendo exactamente por qué me sucedió todo aquello. Puede que haya habido un sinnúmero de razones”.
No es nada extraño que se haga difícil determinar con exactitud lo que causa la anorexia nerviosa, pero, al estudiar una serie de casos, se han descubierto ciertos factores comunes que vale la pena considerar.


El peligro de estar a dieta
Aunque la anorexia nerviosa puede afectar a los varones jóvenes, por lo general las víctimas son las muchachas adolescentes. En muchos casos el factor principal es el descontrolarse al estar a dieta. El omitir una que otra comida no presenta ningún peligro, pero es otro asunto someterse a una dieta rigurosa y alimentarse esporádicamente.


Mary, una adolescente, dijo confidencialmente: “Quería perder unos cuantos kilos, de modo que decidí ponerme a dieta. A fin de perder unos kilos más, también eliminé las comidas. A pesar de que mis amistades me decían: ‘¡Oh, estás delgada... estás adelgazando!’, cada vez que me miraba en el espejo no veía ningún cambio. Es extraño, pero yo no podía ver diferencia alguna en mi apariencia y todavía creía que estaba muy gorda. Pero no pasó mucho tiempo antes de que enfermara gravemente”. ¿Qué dice la madre de ella? “Si mi otra hija se me acercara para decirme que se iba a poner a dieta, yo no volvería a tomarlo tan a la ligera. Apartaría tiempo para considerar más detenidamente el asunto con ella y le diría: ‘Vamos a planearlo juntas’, para que, aunque ella estuviera a dieta, todavía se alimentara debidamente. El problema fue que cuando Mary estuvo padeciendo de anorexia nerviosa era imposible razonar con ella.” Entonces, ¿qué es lo que ocurre?


Por razones que todavía no se comprenden claramente, una vez que el cuerpo alcanza cierto punto de desnutrición, cosas extrañas pueden suceder. En el caso de las jóvenes, la menstruación cesa. Poco después puede que aparezcan más vellos en los brazos y las piernas, mientras que el alimento les repugna y se apodera de ellas la obsesión de permanecer delgadas. Al principio una vitalidad aparente domina a la persona. Además, como la madre de Mary descubrió muy tarde, no importa cuánto se hable con la paciente (pues esto es en lo que la persona se ha convertido), no hay manera de convencerla de que está obrando anormalmente ni de que su salud —y tal vez hasta su vida— está en peligro.


¿Hay modo alguno de saber si alguien a quien uno ama padece de anorexia nerviosa? Una notable pérdida de peso es un síntoma obvio, pero, aunque parezca sorprendente, no es siempre fácil descubrirlo. ¿Por qué? Porque a menudo las personas que padecen de anorexia toman medidas extremadas para ocultar su verdadero estado físico tanto de sí mismas como de las personas que procuran ayudarlas. Por medio de ponerse mucha ropa, o mediante llevar objetos pesados en los bolsillos, se engañan a sí mismas de una manera que a sus amigos se les hace difícil comprender. Hay quienes van al extremo de provocarse vómitos o de tomar purgantes fuertes a fin de eliminar el alimento del cuerpo, pero por lo general hacen eso también sin que se enteren las personas a su alrededor.


Muchas personas opinan que esta enfermedad se limita al mundo occidental, pero en realidad no es así. “Los africanos se han hecho los mejores imitadores de otras culturas”, comenta el Dr. Daniel Kabithe, de Kenia. “Si en Occidente está de moda el adelgazar, entonces las mujeres africanas también se empeñan en adelgazar.” Al resumir los resultados de su investigación sobre este asunto, el Dr. Kabithe pasa a explicar: “La anorexia se desarrolla a propósito, y la joven rehúsa comer para alcanzar cierta meta”. Esta enfermedad puede encerrar más que el simple problema de estar a dieta. Las emociones y la tensión también desempeñan papeles importantes en causar esta enfermedad.


¿Por qué mayormente los jóvenes?
La adolescencia puede ser una etapa particularmente difícil de la vida, en especial hoy día, cuando los jóvenes se enfrentan a problemas y frustraciones poco comunes. ¿Qué tiene que ver esto con la anorexia nerviosa? El Dr. Michael Spira, médico inglés, dice en cuanto a la causa de ésta: “Parece que la explicación más probable sea que la joven tiene cierto temor básico de llegar a ser adulta. De modo que, por medio de adelgazar, ella procura impedir o trastornar los cambios de la pubertad que se manifiestan en la configuración corporal y en las características sexuales, los cuales ella asocia con la madurez que va acompañada de las responsabilidades que ella teme aceptar”.


Al evaluar esta enfermedad, es de primera importancia considerar cómo el paciente se relaciona con la vida misma y con el ambiente que existe entre los miembros allegados de su familia. La Dra. Joan Gómez, siquiatra consultora, llama la atención sobre este punto al decir: “Los cambios que ocurren con respecto a las hormonas son absolutamente secundarios y no causan la anorexia nerviosa. La causa está en el círculo familiar mismo”.


R. L. Palmer, siquiatra, respalda este punto de vista, pues escribe lo siguiente: “Los jóvenes que desarrollan anorexia nerviosa, al adelgazar, experimentan dificultades en cuanto a encararse a la vida, a sus emociones o, particularmente, a los cambios que ellos experimentan durante la adolescencia. Puede haber una extensa variedad de dificultades”. ¿Cuáles son algunas de éstas? Considere lo que dos víctimas dicen:
“Mi enfermedad comenzó hace unos cuatro años. Los dueños de la casa que mi papá había alquilado volvieron del extranjero; esto significó que por un tiempo estuvimos sin hogar. Mis papás, mi hermano y mi hermana se alojaron, cada cual, en diferentes lugares, y no nos veíamos a menudo.


No me había dado cuenta de cuánto me preocupaba toda la situación sino hasta ahora, cuando la considero en retrospección. Me sentía muy insegura, dejé de comer y con el tiempo fui a parar al hospital. Entonces, cuando sí quería comer, sencillamente no podía. Fui obligada a comer, pero los médicos dicen que la artritis de la cual ahora padezco es resultado directo de la anorexia nerviosa causada por la tensión”.


“‘¡Estás engordando!’ ‘¡Oye... parece que has aumentado de peso!’ Estos comentarios eran ciertos, hechos más en broma que por cualquier otra razón, pero a mí, como adolescente, me molestaba oírlos debido a que tocaban un punto sensible.




Cuando salí de la escuela, a los dieciséis años de edad, las jóvenes más felices, de más éxito y mejor vestidas parecían ser las delgadas. Puesto que yo era tan tímida y retraída, aquello llegó a representar una meta hacia la cual esforzarme; de modo que comencé a adelgazar. Pero pronto me extralimité en el régimen alimenticio que había comenzado, pasaba por alto algunas comidas y dejé de comer ciertos alimentos a fin de perder más peso. Los fuertes dolores que me producía el hambre eran terribles; no obstante, el hecho de que, de algún modo, podía seguir adelante sin prestar atención a lo que sentía y de que, con el tiempo, podría vencer tal dolor, produjeron en mí un gran sentido de satisfacción.
Gradualmente fui debilitándome hasta el grado que se me hacía muy difícil subir las escaleras. Hasta el levantar una almohada llegó a ser una tarea pesada para mí. La anorexia nerviosa se había convertido en una realidad. Me tomó cinco largos y difíciles años para poder restaurarme.


Sí, también había problemas en mi hogar cuando yo era adolescente, pero ahora comprendo que gran parte de la situación se debía a la manera como yo reaccionaba a los comentarios que se hacían sobre mi gordura. Por eso quiero decir esto: ¡Nunca jamás haga comentario alguno acerca del peso, la figura o la estatura de un adolescente! Puede que cause más daño de lo que usted se imagine”.


El tener un fracaso amoroso, o algún complejo de inferioridad, presión debido a querer salir bien en los exámenes y prosperar en el mundo, el tratar de cumplir con ciertas normas que los padres u otras autoridades establecen, todas estas cosas, y muchas otras, pueden conducir a la persona insegura por el camino que lleva a la anorexia nerviosa. Aunque las terapias pueden ser útiles para tratar los síntomas (y es aconsejable consultar con un médico lo más pronto posible), en realidad el recobro depende de la persona misma. ¿En qué sentido? Aplica las siguientes sugerencias:


Cosas que hacer y no hacer

NO te aísles. Fácilmente pudieras hacerte introvertido. Pudieras desviarte con facilidad del camino que conduce al modo de pensar maduro de los adultos. Cierto hombre muy sabio dijo: “El que está andando con personas sabias se hará sabio” (Proverbios 13:20). ¡Cultiva amistades! ¡Demuestra tu aprecio por tener la amistad de un confidente sabio!

NO creas que tienes que conformarte a las últimas manías y modas. Los cristianos no son parte del mundo. Si hallas que eres el único que apoyas algún asunto relacionado con cierto principio, considéralo como estar en una posición que manifiesta verdadera fuerza. (Juan 17:16, 17.)

HALLA algo edificante que hacer, preferiblemente alguna actividad que beneficie a otras personas. Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir”. El servir a otras personas hará que pienses menos en ti mismo. (Hechos 20:35.)

COMPRENDE que tu Creador, Jehová Dios, se interesa en ti. El que te acerques a él en oración puede suministrarte “poder que es más allá de lo normal” en tiempos de necesidad. (2 Corintios 4:7.)

TEN presente que personas se han curado de la anorexia nerviosa; tú también puedes curarte. Pero mucho depende de tu propio modo de pensar positivo.




¿Cuál es la causa de los trastornos alimentarios?


“Un trastorno alimentario no aparece así como así. Es un síntoma, una señal de que algo anda mal en la vida de la persona.”—Nancy Kolodny, trabajadora social.

LOS TRASTORNOS alimentarios no son un mal nuevo. La anorexia nerviosa se diagnosticó oficialmente por primera vez en 1873, y según se informa, ya se habían observado sus síntomas hace trescientos años. Sin embargo, parece ser que desde la segunda guerra mundial está aumentando de manera alarmante. Con la bulimia sucede algo parecido. Se ha conocido por siglos, pero en las últimas décadas, como dice una obra especializada en el tema, “se ha convertido en una epidemia”.
¿Qué hay detrás de los trastornos alimentarios? ¿Son hereditarios, o constituyen una manera fuera de lo común de reaccionar a una cultura que glorifica la delgadez? ¿Qué papel desempeña el ambiente familiar? Estas preguntas no tienen una respuesta fácil. Como dice la trabajadora social Nancy Kolodny, definir un trastorno alimentario “no es tan sencillo como diagnosticar una enfermedad como el sarampión o la varicela, cuando el médico sabe exactamente lo que la causa, cómo se contrae, cuánto tiempo dura y cuál es el mejor tratamiento”.
No obstante, los investigadores señalan una serie de factores que pudieran contribuir a que se desencadene un trastorno alimentario. Consideremos algunos de ellos.


La cultura de la delgadez
En los países prósperos, las modelos flacas como palos que presenta la industria de la moda inculcan en la juventud impresionable la idea de que cuanto más delgada sea una chica, más bella es. Este mensaje distorsionado impele a muchas mujeres a esforzarse por tener un peso que no es saludable ni realista. La doctora Christine Davies dice: “La mujer promedio mide 1,65 metros [5 pies y 5 pulgadas] y pesa 66 kilos [145 libras]. La modelo media mide 1,80 metros [5 pies y 11 pulgadas] y pesa 50 kilos [110 libras]. El 90% de nosotras no tenemos el cuerpo de una modelo ni nunca lo tendremos”.
Aun así, algunas mujeres llegan a extremos para conseguir lo que ellas consideran la figura ideal. Por ejemplo, en una encuesta llevada a cabo en 1997 entre 3.452 mujeres, el 24% de ellas dijeron estar dispuestas a sacrificar tres años de su vida para alcanzar el peso deseado. La encuesta decía que para una importante minoría, “la vida solo merece la pena vivirla si se está delgada”. Dado que el 22% de las encuestadas dijeron que las modelos de las revistas de modas influyeron en el concepto que tenían de su cuerpo cuando eran jóvenes, el informe concluyó: “Ya no se puede negar el hecho de que la imagen de las modelos que aparecen en los medios de comunicación tiene un poderoso efecto en la manera como ven las mujeres sus propios cuerpos”.
Es obvio que quienes más probabilidades tienen de caer presa de la figura ideal, pero artificial, fomentada en los medios de comunicación son aquellas personas que, para empezar, no se sienten satisfechas consigo mismas. Como dice Ilene Fishman, trabajadora social clínica, “lo fundamental es la autoestima”. Se ha comprobado que las personas que aceptan su apariencia, raras veces llegan a obsesionarse con la comida.


La comida y las emociones
Muchos expertos dicen que los trastornos alimentarios no tienen que ver únicamente con la comida. “Un trastorno alimentario es una luz roja —dice la trabajadora social Nancy Kolodny— que indica que la persona debe prestar atención a alguna situación de su vida que está pasando por alto o evitando. Es un recordatorio de que no está exteriorizando las tensiones o frustraciones que tal vez tenga.”
¿Qué tipo de tensiones y frustraciones? Para algunos pudiera tratarse de problemas en el hogar. Por ejemplo, Geneen Roth recuerda que, en su infancia, los alimentos —particularmente los dulces— se convirtieron en un “mecanismo de defensa contra los portazos y los gritos”. Ella explica: “Cuando percibía que mis padres iban a pelearse, desviaba mi atención del problema, con la misma facilidad con que uno cambia de canal de televisión, y pasaba de sentirme a merced de mi madre y mi padre a un mundo en el que no existía otra cosa más que yo y la sensación de dulzor en el paladar”.
A veces un trastorno alimentario tiene raíces aún más profundas. Por ejemplo, The New Teenage Body Book (El libro sobre el nuevo cuerpo del adolescente) comenta: “Los estudios indican que quienes han sufrido algún trauma sexual (abuso u hostigamiento) tal vez traten inconscientemente de protegerse eliminando de su cuerpo todo atractivo sexual y centrando su atención en algo inocuo como la comida”. Aunque, por supuesto, nadie debería sacar precipitadamente la conclusión de que alguien que padece un trastorno alimentario ha sido víctima de hostigamiento sexual.
Los trastornos alimentarios pueden originarse en un entorno aparentemente tranquilo. De hecho, la principal candidata para la anorexia suele ser una muchacha que vive en un ambiente en el que no está libre para tomar sus propias decisiones ni expresar sus sentimientos negativos. Exteriormente, accede; pero interiormente, está confusa y siente que no tiene ningún control de su vida. Al no atreverse a rebelarse abiertamente, se concentra en el único aspecto de su vida que puede controlar: su cuerpo.
Debe notarse, sin embargo, que los trastornos alimentarios no siempre obedecen a problemas familiares o traumas sexuales.
 En algunos casos simplemente se desencadenan porque el peso es una cuestión dominante en la familia. Tal vez uno de los padres tiene sobrepeso o está haciendo dieta constantemente y engendra una actitud de extremada cautela —o hasta de temor— para con la comida. 


En otros casos, un factor desencadenante puede ser el comienzo de la pubertad. Los cambios corporales que son parte integrante de la transición a la vida adulta tal vez hagan que una muchacha se crea gorda, especialmente si madura más deprisa que sus compañeras. Asustada por dicha transición, puede que la joven tome medidas extremas para evitar las curvas propias del cuerpo de mujer.




Ciertos investigadores opinan que, además de los factores emocionales, también puede haber implicado un factor físico. Por ejemplo, señalan que la bulimia puede estar arraigada en la química cerebral de la enferma. Afirman que se relaciona con la parte del cerebro que controla los estados de ánimo y el apetito, lo cual tal vez explique por qué a veces se alivian los síntomas de la persona bulímica con antidepresivos.
Obviamente no es fácil para los investigadores aislar un solo factor que sea la causa concreta de la anorexia o la bulimia. Ahora bien, ¿qué puede hacerse para ayudar a los que luchan contra estos trastornos alimentarios?

En busca de la figura perfecta


Quienes se toman la moda demasiado en serio a veces se preocupan en exceso por su aspecto. Las modelos de las pasarelas por lo general son altas y delgadas, y se nos bombardea con su imagen constantemente. El físico “perfecto” lo vende todo, desde automóviles hasta dulces. Según cálculos del Social Issues Research Centre (Centro de investigaciones sociológicas) de Gran Bretaña, “las jóvenes de la actualidad ven más imágenes de mujeres extraordinariamente hermosas en un día que las que vieron nuestras madres en toda su adolescencia”.


Este aluvión de imágenes puede resultar perjudicial. Por ejemplo, una encuesta mencionada en la revista Newsweek reveló que el 90% de las adolescentes de raza blanca de Estados Unidos están descontentas con su físico. Algunas de ellas harán casi cualquier cosa con tal de lograr la figura perfecta. Sin embargo, el instituto de investigación ya citado señala que menos del 5% de la población femenina puede alcanzar el peso y la talla ideales que promueven los medios de comunicación. Con todo, el culto a la delgadez extrema tiene esclavizadas a millones de jóvenes y ha empujado a otras a la anorexia nerviosa, un trastorno muy difícil de superar. 


La modelo española Nieves Álvarez, quien padeció dicho trastorno, admite: “Tenía más miedo a ser gorda que a morirme”.


Si bien es cierto que la anorexia y la bulimia pueden deberse a diversos factores, los doctores Michel Laxenaire y Anne Guillemot afirman: “El culto a la delgadez tiene parte de la culpa”.



Normalmente se espera que las modelos sean “al menos de 1,74 metros de altura, muy delgadas, con labios gruesos, pómulos elevados, ojos grandes, piernas largas y una nariz recta y no muy prominente”, informa la revista Time.
La National Association of Anorexia Nervosa and Associated Disorders de Estados Unidos calcula que, solo en ese país, 8.000.000 de personas padecen anorexia y que algunos casos graves resultan mortales. La gran mayoría de los anoréxicos (el 86%) comenzaron a sufrir trastornos alimentarios antes de cumplir 21 años.



Cuando el alimento es su enemigo


Según cierto cálculo, 1 de cada 100 estadounidenses enferma de anorexia nerviosa durante la adolescencia o la primera etapa de su vida adulta, y tal vez el triple de esa cantidad son bulímicas. “Llevo años trabajando en centros de enseñanza media y universidades —dice la doctora Mary Pipher—, y veo de primera mano que los trastornos alimentarios proliferan igual que antes.”
Además, afectan a diversas clases de personas. Aunque antes se creía que solo los padecían los ricos, ahora se consideran comunes en todo ámbito racial, social y económico. Incluso está aumentando el número de víctimas del sexo masculino, por lo que la revista Newsweek llama a los trastornos alimentarios “atacantes no discriminatorios”.
No obstante, lo que más preocupa es que la edad media de los pacientes que reciben tratamiento por trastornos de la alimentación es cada vez inferior. “Se está internando en los hospitales a niñas menores de 10 años, algunas de tan solo seis años —dice Margaret Beck, directora en funciones de un centro especializado en trastornos alimentarios de la ciudad de Toronto—. La cifra todavía es pequeña, pero va en aumento.”
“El alimento tiene una carga emocional mucho más pesada que todo aquello que puede medirse en calorías o gramos.”—Janet Greeson, escritora.

En total, los trastornos alimentarios afectan a millones de personas, principalmente niñas y mujeres jóvenes. “No piensan en la comida ni la utilizan igual que la mayoría de las personas —comenta Nancy Kolodny, trabajadora social—. En lugar de comer cuando tienen hambre, para nutrirse y gozar de buena salud, por placer o para pasar un rato agradable con otros, se comportan de manera rara con la comida y hacen cosas que no se consideran ‘normales’, como seguir rituales extraños antes de permitirse comer, o sentirse impulsadas a eliminar inmediatamente del organismo el alimento que acaban de consumir.”

¿Cómo se desencadena este raro trastorno llamado anorexia?


Por lo general, una adolescente o adulta joven (suele afectar más al sexo femenino) se propone perder unos kilos. Sin embargo, cuando lo consigue, no queda satisfecha. Al mirarse al espejo sigue viéndose gorda, así que decide seguir su dieta y rebajar un poco más para verse aún mejor. El ciclo continúa hasta que su peso está un 15% o más por debajo de lo normal para su estatura.


Es entonces cuando la familia y las amistades empiezan a manifestar su preocupación por la extremada delgadez, por no decir escualidez, de la joven. Pero la persona anoréxica no ve las cosas de la misma manera. “Yo no me consideraba flaco. Cuanto más peso pierdes, más se distorsiona tu mente y ya no eres capaz de verte con claridad,” dice Alan, un joven anoréxico de 1,75 metros (5 pies y 9 pulgadas) de altura, que llegó al punto de pesar solo 33 kilos (72 libras).
Con el tiempo, la anorexia puede desencadenar osteoporosis, afecciones renales y otros problemas graves de salud. Incluso puede provocar la muerte. “El médico me dijo que como mi organismo se había visto privado de tantos nutrientes, si hubiera seguido dos meses más con aquella dieta habría muerto de desnutrición”, dice Heather. 
El boletín The Harvard Mental Health Letter informa que alrededor del cinco por ciento de las mujeres a quienes se les diagnostica anorexia mueren en el plazo de diez años.



Los síntomas no tardan en aparecer. 
El más común es la pérdida de peso, pero también puede producirse caída del cabello, sequedad de la piel, fatiga y pérdida de densidad ósea. La menstruación se hace irregular o hasta cesa por varios meses consecutivos.
Aunque estos síntomas pudieran parecer inofensivos, no nos engañemos: la anorexia es potencialmente mortal. Un trabajo de investigación descubrió que, con el tiempo, hasta el 10% de los enfermos mueren a causa del trastorno, por lo general como resultado de la insuficiencia —mal funcionamiento— de algún órgano u otros problemas relacionados con la malnutrición.



¡Cuidado con la anorexia!


En su afán por adelgazar, algunos jóvenes han caído en las garras de la anorexia, un grave trastorno alimentario que lleva a la persona a prácticamente dejarse morir de hambre.
La anorexia puede presentarse de forma sutil. Una chica tal vez comience una dieta aparentemente inofensiva para perder un poco de peso. Pero cuando cumple su objetivo, sigue insatisfecha: aún se ve gorda cuando se mira al espejo. Así que decide adelgazar un poco más... y luego más..., pero nunca es suficiente. De este modo se inicia un círculo vicioso que acaba llevándola a la anorexia.
La persona anoréxica rehúsa comer o lo hace en cantidades tan pequeñas que acaba desnutrida. Antoinette dice que llegó a pesar 37 kilos (82 libras), muy poco para una joven de 17 años y 1,70 metros (5 pies y 7 pulgadas) de altura. “No consumía más de 250 calorías diarias y anotaba todo lo que comía”, dice ella.
Las anoréxicas están obsesionadas con la comida, y son capaces de cualquier cosa para no ganar peso. “Empecé a escupir la comida en una servilleta, haciendo ver que me estaba limpiando la boca”, explica Heather. Susan hacía mucho ejercicio para no aumentar de peso. “Casi todos los días —dice— corría 12 kilómetros [8 millas] o hacía una hora de natación, de lo contrario, me embargaban una angustia y un sentimiento de culpabilidad terribles. Y cada mañana sentía un inmenso placer, el único placer verdadero que tenía por lo general, cuando me subía a la báscula para confirmar que mi peso estaba muy por debajo de los 45 kilos [100 libras].”
Por irónico que parezca, algunas anoréxicas son magníficas cocineras y sirven comidas exquisitas que ellas se niegan siquiera a probar. “Cuando peor estaba —dice Antoinette—, era yo la que preparaba absolutamente todas las cenas en casa y también la bolsa del almuerzo para mi hermano y mi hermana menores. No dejaba ni que se acercaran a la nevera. Era como si la cocina fuese toda mía.”

Según el libro A Parent’s Guide to Anorexia and Bulimia (Guía para los padres sobre la anorexia y la bulimia), algunas anoréxicas “se vuelven exageradamente pulcras y llegan a exigir que toda la familia acate sus normas irrealistas y maniáticas. No pueden ver una revista, unas zapatillas o una taza de café fuera de lugar ni un momento. A veces se vuelven igual de maniáticas, o hasta más, con la higiene y la apariencia personal, llegando a pasar horas en el baño con la puerta cerrada y sin dejar que el resto de la familia entre a arreglarse para marcharse a la escuela o al trabajo”.