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sábado, 29 de enero de 2011

LA RAIZ PSICOLOGICA DE LA DEPRESION

HE HECHO todo tipo de pruebas y no parece haber ningún trastorno físico —le dijo amablemente el doctor a Elizabeth—. Creo que usted está gravemente deprimida, y por alguna buena razón.”
Elizabeth, que suponía que tenía algún trastorno físico, comenzó a preguntarse si el doctor estaría en lo cierto. Pensó en la lucha diaria que durante los últimos cinco años llevaba sosteniendo con su ingobernable y, a menudo, incontrolable hijito de seis años de edad, a quien más tarde se le diagnosticó una deficiencia en su capacidad de atención. “La tensión y la ansiedad de cada día, que no cesaban, le pasaron a mi estado emocional una abultada factura —reconoció Elizabeth—. Llegué a un punto en que me sentía desesperada y dispuesta al suicidio.”
Como Elizabeth, muchas personas deprimidas, se han enfrentado a una gran cantidad de tensión emocional. De hecho, en un destacado estudio realizado por George Brown y Tirril Harris, estos investigadores británicos hallaron que la mujer deprimida tiene una proporción de “grandes dificultades” —tales como la mala vivienda o relaciones familiares tensas— tres veces mayor que la no deprimida. Estas dificultades han ocasionado una “considerable y, a menudo, incesante angustia” por un período de por lo menos dos años. Experiencias duras en la vida, como la muerte de un familiar cercano o un amigo, una enfermedad o un accidente grave, malas y desagradables noticias, o la pérdida del empleo, han sido cuatro veces más comunes entre mujeres deprimidas.
No obstante, Brown y Harris encontraron que la adversidad por sí sola no causa la depresión. Mucho depende de la reacción mental, así como de la vulnerabilidad emocional de la persona.





Todo parecía inútil”
Sara, por ejemplo, una esposa trabajadora y madre de tres niños, sufrió un tirón en la espalda en un accidente laboral. Su médico le dijo que tendría que restringir bastante su actividad física, pues se le había producido una fisura discal. “Pensé que todo mi mundo se venía abajo. Siempre había sido una persona activa, y me gustaba practicar deporte con mis hijos. Reflexioné en lo que esta pérdida significaría para mí, y pensé que nunca mejoraría. Perdí la alegría de vivir. Todo parecía inútil”, reconoció Sara.
Su reacción ante el accidente la indujo a pensamientos desesperanzados respecto a su vida en conjunto, y esto alimentó la depresión. Como dijeron Brown y Harris en su libro (Social Origins of Depression): “Esto [el incidente inductor, como el accidente de Sara] puede hacer que la persona piense que, en general, su vida carece de esperanza. Es esta generalización de la desesperanza lo que creemos que constituye el núcleo del trastorno depresivo”.
Pero, ¿por qué muchas personas se sienten incapaces de sobreponerse al daño que ocasiona una pérdida dolorosa y caen en una depresión profunda? ¿Por qué Sara, por ejemplo, fue tan vulnerable a esos pensamientos negativos?
‘Soy indigna’
“Siempre me ha faltado confianza en mí misma —dijo Sara—. Tenía muy poco amor propio, y me sentía indigna de cualquier atención.” Los dolorosos sentimientos relacionados con nuestra falta de amor propio son con frecuencia el factor crucial. “A causa del dolor del corazón hay un espíritu herido”, dice Proverbios 15:13. La Biblia muestra que un espíritu deprimido puede ser el resultado, no de presiones externas únicamente, sino de recelos internos. ¿Qué puede ocasionar el que se tenga tan poco amor propio?
Una parte de nuestro pensamiento queda configurado por la educación que recibimos. “De niña, nunca recibí elogios de mis padres —comentó Sara—. No recuerdo haber recibido nunca un cumplido hasta que me casé. En consecuencia, siempre procuraba la aprobación de otras personas. Tengo un miedo terrible a ser rechazada.”
La intensa necesidad que Sara tenía de ser aprobada por otros es un factor común entre muchos de los que han llegado a estar gravemente deprimidos. La investigación ha revelado que tales personas tienden a hacer depender su amor propio de la aprobación y el amor que reciben de otros, más bien que de sus propios logros. Justiprecian su valía personal en la medida en que resultan agradables o atraen la atención de otras personas. Según un equipo de investigadores, “perder ese punto de apoyo resultaría en una pérdida de amor propio, lo que contribuiría significativamente a desencadenar la depresión”.

¿Por qué tener ‘temor al temor’?

La tercera categoría de fobia, la agorafobia, es la más compleja de todas las fobias. La palabra significa literalmente “temor a la plaza del mercado”. Algunos especialistas sostienen que en realidad este temor es un temor a lo que la plaza del mercado significa: muchedumbres y la pérdida de la seguridad o del control que uno puede tener en áreas más cerradas. Por lo tanto, los que padecen de agorafobia la describen de varias maneras, quizás como miedo a las muchedumbres, o aun como miedo a salir de la casa.
Puesto que abarca tanto, a la agorafobia también se le describe como ‘temor al temor mismo’. Muchas víctimas quedan inmovilizadas hasta el grado de que van a extremos para evitar cualquier situación que ellas sientan que pudiera provocarles un ataque de pánico. Como resultado de ello, la opresora fobia va acorralando cada vez más la vida de las personas hasta que con el tiempo estas se encuentran tan restringidas que no pueden moverse en absoluto.




¿Es todo eso mental? 

Algunas investigaciones indican que la agorafobia puede ser una enfermedad física, un trastorno del sistema nervioso. El Dr. David V. Sheehan, siquiatra y autor del libro The Anxiety Disease (La enfermedad de la ansiedad), afirma: “Lo que se está haciendo cada vez más claro es el hecho de que estamos tratando con una enfermedad patológica”. Algunos opinan que esta idea de que es una enfermedad patológica es válida, según muestra el hecho de que inyecciones de sodio láctico pueden provocar ataques de pánico en personas que padecen de esta clase de fobia, tal como descubrió el Dr. Ferris Pitts, profesor de siquiatría en la Universidad del Sur de California. Esto, sin embargo, es solo una teoría.
La investigación de la causa de las fobias se está realizando sistemáticamente en muchas direcciones. Algunos investigadores buscan en el campo de la genética. Otros creen que desequilibrios hormonales pudieran ser la raíz del problema. 



¿Acaso tiene lo que comemos algo que ver con este mal? 
Según Dennis Charney y su equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, la cafeína puede producir “ansiedad, nerviosismo, temor, náuseas, palpitaciones, intranquilidad y temblores” en algunas de las personas que padecen de agorafobia.
No obstante, persiste el hecho de que nadie puede señalar con precisión la causa común de las fobias. Siguen siendo un misterio.


¿Qué ayuda existe para los que padecen de fobias?
¿Pueden los medicamentos y la vasta variedad de drogas modernas curar las fobias? En algunos casos parece que sí. Pero de nuevo, la manera como responden las personas puede ser tan variada como sus propias fobias. “Pese al triunfo prometedor al haber tratado con medicamentos algunos trastornos de ansiedad —comenta el siquiatra David Burns—, no hay evidencia alguna de que con solo drogas se cure el mal.” En realidad, para muchos que padecen de fobias algunos medicamentos no producen ningún efecto y, si acaso lo producen, es por corta duración... unos meses, o tan poco como más o menos una semana.
También hay que considerar la reacción que las drogas produzcan en el paciente, la cual puede ser bastante desagradable. Por esta razón, se calcula que solo a un 70% de las personas con fobias se les puede administrar drogas. Además de insomnio, visión borrosa y otros problemas, algunas drogas pueden producir en algunos casos síntomas de un ataque de pánico, solo para angustiar mucho a la persona.
Por lo tanto, no es poco común que las personas con fobias recurran a varias terapias en su búsqueda por encontrar alivio. “El método que haya tenido un efecto maravilloso para alguna persona puede que no le resulte a otra”, dice Muriel Frampton en su libro Agoraphobia—Coping With the Outside World (La agorafobia: cómo enfrentarse al mundo que le rodea). Se registra que además de los tratamientos médicos ortodoxos, la homeopatía, la osteopatía, la acupuntura y varios remedios naturales han ayudado a algunas personas. La preferencia personal desempeña su papel en la selección que se haga de medicamentos. Aun así, es bueno estar al tanto de ciertos problemas al respecto.


La TEC y la hipnosis
En Gran Bretaña, una clase de terapia para la ansiedad es la terapia electroconvulsiva (TEC), o electrochoque, como se le llama comúnmente. Se pasa una débil corriente eléctrica por el cerebro para provocar una ligera convulsión. Este tratamiento puede proporcionar alivio, pero en cuanto a quitar las fobias, sus efectos puede que no sean duraderos. Existen también posibles reacciones, tal como la pérdida de la memoria. En la actualidad, en algunas zonas de los Estados Unidos y en algunos países de Europa la aplicación de este tratamiento está prohibida o restringida.
La hipnosis o hipnoterapia también ha sido recomendada por algunos médicos. Pero Frampton declara: “La experiencia dice que la terapia es mejor cuando incluye la voluntad del paciente en estado consciente”. (Agoraphobia—Coping With the Outside World. sin embargo, muchos saben de los peligros que implica el pasar el control de la mente a otra persona y, por eso, evitan la hipnosis.